La Yunta salió mejor plantada a jugar los primeros 20 minutos, aprovechando todo el ancho de la cancha para hacer valer su juego de toque por el piso. Los rivales, por su parte, se mantuvieron bien atentos en el fondo, apelando constantemente a jugadas individuales de su reciente incorporación, Julián Genoud, que todo el tiempo intentó esquivar a varios oponentes, pero fue siempre bien contenido en la marca. La primera etapa contó con pocas ocasiones de gol para cada lado, aunque ninguna con demasiada claridad: un par de remates de tiros libres y córners para los del equipo de Pancho García (bien devueltos por Atila o por la férrea defensa), y un par de llegadas por derecha con centro atrás y remate peligroso para los de flúo. Un momento destacado de esta instancia del partido fue cuando el eterno Civitillo ensayó una tijera/chilena en el borde del área, extendiendo su humanidad hacia una altura pocas veces alcanzada por la civilización occidental; el resultado, una muñeca casi quebrada al caer, pero también una aplauso cerrado por parte de sus compañeros por tal muestra de coraje y elasticidad.
La segunda parte fue un poco más favorable en su desarrollo para los de violeta, que buscaron sacar ventaja de la poca visibilidad que comenzaba a reinar en los dominios de Atila (pues su arco estaba del otro lado de la torre de iluminación). Así fue que se repitieron en centros desde cualquier sector, tratando de sacar partido del muy buen cabezazo de Genoud; pero, nuevamente, los defensores amarillos dieron cátedra de marcación y alejaron todo peligro, anulando la potencialidad ofensiva de sus rivales. De a poco, y ante la falta de espacios y la ansiedad por el paso de los minutos sin goles, el partido se volvió un tanto trabado, y se acentuaron los roces propios de cualquier final. Para intentar frenar esta escalada de violencia, el juez decidió parar las acciones un instante, para pedirle a los capitanes que calmen a sus dirigidos, y enseguida toda infracción fue sancionada con tarjeta amarilla. Fue así que casi se retira expulsado Genoud por protestas reiteradas (acusó que los yuntanos lo golpeaban con “mala leche”), y que prácticamente todo el equipo de Buena Yunta terminó amonestado.
Hubo muy pocas situaciones de gol
El partido pudo haberse definido a favor de los dirigidos por Sánchez Loria, cuando Ivo Charnas (que jugó el partido más sacrificado desde que se formó este conjunto) quedó solo frente a Pancho García, y no pudo definir con precisión de espaldas al arco. Y sin mucha más claridad en el juego, el pitido final llevó a lo que muchos presagiaban y temían: la lotería de los penales.
Atila ganó el sorteo, y decidió que sus compañeros comenzarían pateando. Herno Civitillo convenció a Maurito Ríos de ir primero en la serie, y no se equivocó, pues este muchacho de Pergamino acertó su remate, colocándolo fuerte junto al palo izquierdo del uno contrario, que voló para el lado opuesto. Enseguida vino el turno de Alberio para Comechingones, que miró a Atila, tomó carrera, hizo un pequeño freno en la misma al estilo Ortgea, y… lamentablemente para él, sus compañeros y la tribuna hostil, la pelota se perdió lentamente por el palo derecho del uno, que igualmente se había volcado para ese lado.
Con la serie 1 a 0 a favor, fue entonces el turno de Ivo Charnas, que tenía en sus pies la posibilidad de borrar el mal trago de la final del semestre pasado (cuando el arquero de Mala Yunta le contuvo su disparo). Preparen, apunten y fuego, porque esta vez Peluca no falló, y con un tiro alto a la derecha del golero García puso las cosas 2 a 0 para los suyos. Le presión quedaba entonces sobre los botines del próximo pateador comechingón, que no podía errar su disparo, pues en caso contrario su equipo perdería la final.
Es en momentos así donde se demuestra de qué está hecho un jugador. En esa eterna carrera del contrario hacia el balón, Atila tuvo la convicción de que las cosas se torcerían a su favor, y como en gran parte del partido, dejó que la suerte decidiera el rumbo de los acontecimientos, quedándose estático en la línea de cal (como también hizo en algunas instancias del partido, pese al reproche de sus compañeros). Como se dijo en la crónica anterior, un campeón necesita no sólo algo de talento, sino también una cuota de suerte, y fue ese factor extra, ajeno al esfuerzo humano (y tal vez propiedad de los dioses) el que decidió la serie a favor de la Yunta, pues la pelota se fue más de un metro desviada, para algarabía de los de flúo.
Acto seguido, una montaña humana se abalanzó sobre el sorprendido Atila, en un abrazo grupal que ninguna cámara podrá reflejar en toda su intensidad; era la gran revancha, luego de aquella final que también se definió desde los doce pasos, pero en esa ocasión con un final menos feliz. La vuelta olímpica coronó el rito sagrado de un conjunto que batalló por cada centímetro de gloria, y que desde un espíritu colectivo de entrega, diversión y constancia supo sortear con eficacia cada instancia del torneo.
La Yunta festejó el título durante largo rato.
SALUD, BUENA YUNTA, YA ESTÁS ENTRE EL SELECTO GRUPO DE LOS CAMPEONES DE SAN ANDRÉS, QUE NO ES POCO. A disfrutar, porque el presagio agorero de quienes sostenían que “todavía no ganaron nada” se ha roto, a fuerza del mejor fútbol que estas canchas han visto en mucho tiempo. Porque se puede ganar jugando mezquinamente, pero eso es como recibir un pescado de regalo; pero lo mejor es ganar jugando un fútbol exquisito, porque eso es como regalarse una caña de pescar.
Gracias poetas del césped, por esta ENORME ALEGRÍA, por esta postal colectiva y por un sueño cumplido, incluso literalmente. Y gracias, sobre todo, por creer que imposible era sólo una palabra…
Hasta la Victoria siempre.

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