Así las cosas, comenzó el cotejo y desde las primeras jugadas pudo notarse que los de Mohama saldrían a jugarle de igual a igual a los de flúo, incluso con una aspereza en la marca que por momentos se tornó demasiado violenta. Las acciones estaban equilibradas hasta que en un cambio de frente, uno de los jugadores mohamenses le pagó de aire al balón, intentando mandar un centro, con la fortuna de que la pelota se coló por detrás del cuerpo del arquero Galo Basualdo (que no mostró la seguridad de otras jornadas). 1 a 0 en contra, y a buscar la igualdad.
Pero en un tiro libre en la puerta del área a favor de la Yunta, llegaría una jugada clave en el desarrollo del partido: Javo que se pelea con el arquero, le asesta un golpe, éste que amaga con responder, y el juez que decide expulsar al temperamental miembro de la familia Tello, primero con tarjeta azul (cinco minutos afuera) y luego con roja definitiva, al ver que el yuntano no lograba calmarse. Las cosas se ponían así cuesta arriba, pero pese a todo, el equipo siguió yendo al frente, y a los pocos minutos alcanzó el empate tranquilizador: centro, cabezazo sutil de Ivo que pega en el poste y cruza la línea, y Juampi que entra por detrás para adueñarse del gol y los abrazos.
Mohama sintió el impacto, y por momentos se desorientó, dejando espacios libres a los habilidosos mediocampistas y delanteros del flúo. Fue así que a partir de una gran jugada individual de Juampi Sánchez Loria, con parada de pecho y remate rasante, que Buena Yunta se puso 2 a 1 arriba en el marcador. El rubio volante ponía nuevamente su rúbrica en la lista de goleadores, y se amigaba con la red y la buena fortuna.
El segundo tiempo afianzó la tendencia de Mohama lanzado desesperadamente buscando un gol que le era esquivo (los palos estuvieron del lado de Atila Basualdo esta vez), la Yunta esperando para salir de contra, queriendo mantener el resultado. Pero el jugador propone y el juez dispone, y fue entonces que el árbitro (de floja labor) compró una falta en la puerta del área a favor de los mohamenses: los defensores y Galo no se pusieron de acuerdo para armar la barrera, y pagaron con un gol en contra la incomunicación, cuando la pelota pasó por debajo de los pies de Juampi y se metió en la ratonera izquierda del arco. 2 a 2 y a remar desde cero.
En ese momento clave se puso a prueba el temple de un equipo que está para grandes cosas (más allá de que como dicen algunos hinchas envidiosos como Agustín Alberio, “aún no haya ganado nada”). Porque los contrarios se envalentonaron con el empate, y se adelantaron más que nunca en el terreno, haciendo valer notoriamente el hombre de más, que a esa altura y dado el calor de Victoria, era más que fundamental. La pelota cruzó el área yuntana infinidad de veces, cada vez con más peligro; Guido y Agustín no paraban de ir al piso y trabar cada vez con más fiereza, Juampi y José corrían desesperados tras los volantes contrarios, e Ivo Charnas no lograba recibir una sola pelota limpia en la soledad del ataque. Queda claro que en esas circunstancias, cualquiera firmaría un empate.
Pero este equipo no es cualquiera, y haciéndose eco del pensamiento de Nietzsche que sostiene que la voluntad de poder no se conforma con conservar sino que quiere cada vez más, esta Yunta no se conformó, se hizo poderosa y fue por el triunfo milagroso. Y lo logró, a muy poco del final, en una arremetida valiente: córner, Ivo que le pega de bolea en forma defectuosa, y el coloso Etchart que entra por el piso y con el corazón en llamas para sellar la victoria inimaginable instantes atrás. Gloria, furia, grito sagrado de toda Buena Yunta, que se hizo eco en el silencio del campus, y en el silencio interior de la desazón de sus rivales, que arrodillados ante tanto coraje, claudicaron de jugar los minutos postreros, cediendo la pelota a los pies mágicos de Iván y José, José e Iván, y pitido final.
El tercer gol se gritó con furia.
Día de fiesta para este equipo, y para todos los afortunados espectadores que se llenaron los ojos apreciando el sacrificio y el juego de estos buenos muchachos, que nunca renegaron del jogo bonito, pero que supieron agregarle la dosis adecuada de adrenalina cuando la coyuntura así lo exigió. ¡¡Vamos el flúo que -citando nuevamente a nuestro amigo Friedrich- lo que no mata fortalece!!
PD: Si hubiera tabla de Fair Play, estaríamos últimos; así que vamos a tener que medir las reacciones.
